Macri redobló la apuesta

Alfredo Leuco

Enérgico, emocionado y a los gritos, el presidente Mauricio Macri arengó a los argentinos y les reclamó pasión y coraje para superar esta etapa complicada: “Esta vez es para siempre, no aflojen, no tiren la toalla, nuestro tiempo es hoy”. Fue el cierre de su discurso de apertura de sesiones en el Congreso de la Nación. “Vamos Argentina”, repetía una y otra vez como una forma de enfrentar a los que calificó como “los predicadores de la resignación y el miedo”. Les rogó a los ciudadanos que “No dejemos que nos ganen. No volvamos al pasado nunca más. Soy el primero en hacerme cargo del dolor y de la angustia que muchos están pasando”.
Fue un discurso que va a marcar el tono político de este año hasta las elecciones. Todo el tiempo el mecanismo fue compararse con el 2015 y con el desastre que dejó Cristina y en dos oportunidades tuvo que contestar las groserías de algunos diputados y senadores del kirchnerismo que dejaron un país a la miseria y en la miseria y ahora levantaban el dedito pretendiendo dar cátedra. Me impactaron sobre todo Daniel Filmus y Agustín Rossi. Se cansaron de perder elecciones en sus distritos donde les dan la espalda una y otra vez y sin embargo provocaban e interrumpían a un presidente que, en dos ocasiones, les tuvo que recordar lo obvio: “Señores, sus insultos y sus gritos, hablan más de ustedes que de mí. Yo estoy acá porque me votó el pueblo”. Así es la democracia.

Pero la tropa de Cristina no valora este sistema republicano. Lo combate desde posturas presuntamente revolucionarias pero que son profundamente corruptas y autoritarias. De hecho, el recinto se calentó al máximo cuando Macri se preguntó: “¿Cómo es posible que hayan condecorado a Nicolás Maduro cuando ya violaba los derechos humanos?” y les recordó que la anterior presidente, que estuvo ausente como siempre, “negociaba la impunidad con el régimen iraní ante el peor atentado terrorista de la historia argentina”. Volaban los insultos y los pedidos de silencio. Un párrafo aparte para Cristina y Máximo. No fueron nunca al recinto en estas situaciones. Desprecian los valores de la democracia. Ella todavía no pudo digerir en su soberbia y altanería que perdió la elección y ahora es senadora por la minoría. En esto fue coherente: su capricho antidemocrático no le permitió ni siquiera entregar los atributos de mando a Mauricio Macri. Un gesto autoritario y despreciativo que jamás había ocurrido en democracia. Cristina lo hizo. No fue magia.
Otro momento tenso y agrio fue cuando la señora Johanna Picceti se paró y a los alaridos se dirigió con exigencias al Presidente. No podía estar ahí. Se metió ilegalmente porque ese lugar está reservado solo para los legisladores. Ella fue candidata a diputada por Cambiemos pero luego fue marginada por las graves acusaciones sobre maltrato y abuso que tuvo con sus hijos. Se mostró provocativa, esperando que la reprimieran o la sacaran por la fuerza. Confirmó el grado de desequilibrio que tiene.
Por suerte, nadie respondió a semejante provocación antidemocrática y delirante.
El presidente aprovechó ese momento para destacar los logros de su gestión. Dijo que cambiar en serio, es realizar 130 reuniones con jefes de estado de 48 países como él hizo para abrir 170 mercados para exportar nuestros bienes y servicios. “Es un respaldo internacional inédito”, dijo y miró con satisfacción a las galerías del Parlamento. “Estoy seguro que con el G-20, muchos de ustedes se emocionaron tanto como yo por comprobar lo que somos capaces de hacer los argentinos”.
No ocultó en ningún momento la grave situación económica y social. Pero redobló la apuesta en su combate contra la inflación que es el veneno que contamina todo. Se mostró consciente del drama de la desocupación, la pobreza y la recesión. En ese momento produjo su anuncio más importante: la decisión de “aumentar en un 46% el monto de la Asignación Universal por Hijo que beneficia a 4 millones de personas”. Ahora cobrarán 2.650 pesos por cada hijo. Ahí se detuvo y bajó línea:
“tenemos que terminar con el clientelismo que usa a los pobres para ir a las marchas y permitirle recuperar la libertad y la dignidad perdidas”.
Pero además quiso tranquilizar a las clases medias diciendo que está firme al mando del timón: “no estamos a la deriva ni colocando parches. No mentimos, decimos la verdad. No ocultamos la pobreza ni la inseguridad. Nos hacemos cargo de lo que nos toca. Ya creamos bases sólidas, los cimientos que nos van a permitir del pantano que nos dejaron”.
Otro sablazo contra Cristina fue cuando destacó que las miles de obras públicas que se realizaron costaron un 40% menos y eso permitió hacer más escuelas, rutas e infraestructura. Así puso a la mega corrupción de estado en un primer plano.
Respecto del avance de las causas el presidente planteó que “se acabó el tiempo de la impunidad y que los delincuentes se salgan con la suya. Todos tenemos que rendir cuentas ante la justicia, hasta la familia del presidente y el Presidente también”. Estaba hablando de su primo Angelo Calcaterra y de algunas causas vinculadas a su padre, Franco Macri.
El cahetazo conceptual más brutal que sufieron los cristinistas en particular y casi todos los peronistas en general fue cuando llegó el tema de la extinción de dominio. La oposición cerrada de los K y otros pejotistas a que el estado pueda recuperar el dinero robado al pueblo, lo llevó a decir que “digan a quien quieren proteger”. Allí se levantó el grito electoral más utilizado: “Si se puede, si se puede”.
Otra bandera de campaña será la lucha contra la inseguridad y los narcos. El trabajo riguroso y sin culpa que hace Patricia Bullrich y su equipo le permitió al presidente decir que nunca antes se decomisó ni se quemó tanta droga y que los homicidios bajaron fuertemente. “Es que para nosotros la inseguridad no es una sensación”, dijo el ingeniero Macri en obvia alusión a aquella metida de pata histórica de Aníbal Fernández.
En el plano institucional el presidente rescató que él y su gobierno dan cientos de conferencias de prensa y reportajes para rendir cuentas y no utilizan los medios públicos que durante Cristina persiguieron y estigmatizaron a periodistas independientes y políticos disidentes. No existen esas cadenas nacionales que nos trepanaban el cerebro.
Hoy apareció el mejor Macri. El que se muestra con iniciativa política, participando del debate público y el que no le deja pasar ninguna mentira a los K. No levanta globos, pega palos conceptuales. De paso recordó que este es el primer gobierno en 100 años que pasa todo su mandato en minoría y que aun así pudo lograr consensos que luego fueron leyes trascendentes como la ley del arrepentido que permitió el tsunami informativo y probatorio que hay contra el robo del siglo que lideró Cristina y su estado mayor.
La pregunta que muchos se hacen es porque este estilo contundente y combativo no aparece todos los días. El gobierno aparece poco y nada para defender sus logros y para explicar sus fracasos. Por momentos parece que Marcos Peña confía más en que los bultos se vayan acomodando solos en el camino y eso no es posible en los tiempos de la híper comunicación. Todos los días, los representantes de Cambiemos deberían poner el cuerpo y el texto para defender sus convicciones. La doctora Elisa Carrió anoche por TN lo reclamó con claridad: “No nos dejen solos en la lucha contra la corrupción. Necesitamos el respaldo de Cambiemos”. Lo dijo porque en la masiva y exitosa concentración frente al Consejo de la Magistratura la mayoría de los legisladores eran de la Coalición Cívica y del PRO casi no había nadie.
Macri puede estar satisfecho. Empezó el año electoral redoblando la apuesta, a la ofensiva y marcando agenda. La gran pregunta que les queda responder es: ¿Por qué no lo hacen todos los días?

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