Carrera insólita por los billetes de $1.000 en un fin de año atípico
Daniel Fernández Canedo (CLARÍN) - 25/11/2020.
Sólo a modo de ubicación del tema basta tener en cuenta que si el billete original de $100 de 1999 hubiese que actualizarlo por la inflación, su valor hoy sería de $ 6.716,45.
El billete de $100, que en términos de dólar blue representa 0,61 centavos, encuentra ahora resistencia por parte de los bancos no por haber perdido poder cancelatorio sino por la incomodidad y el costo que genera el mover cantidades importantes de piezas monetarias.
Es habitual que al momento de pagar en cualquier supermercado el cajero le ofrezca efectivo al cliente en lo que constituye una práctica habitual determinada porque para el comercio el movimiento del efectivo representa un costo que pretende evitar.
Así fue creciendo el acaparamiento de los billetes de $1.000 que, a las familias tampoco le duran mucho pero que no generan bulto y son más fáciles de transportar y guardar.
El dato es curioso y cobra relevancia con la llegada de fin de año cuando se produce un aumento de la demanda de billetes por parte de las familias con motivo de las fiestas y el inicio de las vacaciones que este año prometen ser muy distintas.
Pero los bancos (por el llenado de los cajeros) y los comercios más grandes aprovisionan los gastos de fin de año e intentan hacerlo con los billetes más grandes, que tampoco son tan grandes ya que representan poco más de 6 dólares.
El apocado billete de $1.000 refleja con crueldad los golpes de una economía inflacionaria que parece estar lejos de poder cambiar.
Y de un gobierno que, a la vez, se resiste a imprimir billetes de mayor denominación (el de $ 5.000 estaría listo para ser lanzado desde hace tiempo) por considerar que hacerlo sería un reconocimiento de una mayor inflación.
En este fin de año atípico que deambula entre la pandemia, la fatiga de cuarentena y las posibles bondades de las vacunas contra el coronavirus se le agrega la demora que el gobierno ya descuenta que tendrá el Fondo Monetario para liberar algunos dólares que en el Banco Central esperan con ansiedad.
En lo que va de noviembre, las reservas del Banco Central bajaron algo más de US$ 900 millones y todo el gobierno está al tanto de que los 100 días que vienen serán difíciles en términos de ingresos de divisas.
Si bien en el gobierno festejan la designación de Janet Yellen como Secretaria del Tesoro de EE.UU. por considerar que la ex jefa de la Reserva Federal se mantendrá a favor de una política monetaria expansiva a nivel global. Consistiría en privilegiar la expansión de la economía por encima de la lucha contra la inflación, pero eso no ocurrirá en el cortísimo plazo.
El ministro Martín Guzmán y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce estaban esperanzados en llegar a un rápido acuerdo con el Fondo. Pero el triunfo de Joe Biden, que asumirá la presidencia recién el 20 de enero, demoró cualquier definición.
¿Qué funcionario del Fondo firmaría un préstamo a la Argentina sin esperar a la opinión de Yellen? ¿Qué puesto ocupará el otorgamiento de un crédito al país entre las prioridades de la futura encargada de la conducción de la primera economía del planeta?
Es por eso que los próximos 100 días son clave para seguir la evolución de las reservas del Banco Central, aun cuando el cierre del goteo y el fortalecimiento del cepo que construyó Pesce le permitiría al gobierno seguir en el puente hasta marzo cuando, esperanzadamente, podrían empezar a llegar los dólares de la campaña agrícola.
Sergio Chodos, representante argentino ante el FMI, aseguró que el organismo no le reclama a la Argentina una devaluación. Eso puede ser muy cierto, pero también lo es que, con el actual nivel de brecha entre los distintos tipos de dólar, las posibilidades de que la economía se expanda son dificilísimas.
La caída de 21% en las exportaciones de octubre, la mayor en cinco años es un dato relevante sobre algunas de las consecuencias de una diferencia del orden de 90% (con el blue es de 98%) entre el dólar controlado y oficial y los tipos libres.
Con brechas de esa magnitud ni los exportadores liquidan aun cuando la suba del precio internacional de la soja pueda servir como atractivo, ni los importadores detienen su intención de acelerar las compras afuera en la creencia de que el salto cambiario sea inevitable en algún momento.
El gobierno se resiste a una devaluación fuerte basándose en consecuencias muy atendibles: una devaluación fuerte tendría un acelerado traslado a los precios de los alimentos y acentuaría la pobreza de un país empobrecido.
En el informe "un ajuste sobre una economía que ya ajustó" la consultora Analytica destaca sobre este año que: "la gran caída del empleo, alrededor de 3,7 millones, se produjo entre los trabajadores no registrados: los cuentapropistas, 1,8 millones y los asalariados no formales, 1,9 millones. Incluyendo al sector formal hay 4 millones de empleos menos".
Con una devaluación crecería la pobreza y con una brecha cambiaria de 90% la economía no arranca y el empleo no crece. En los cálculos del gobierno, en los 100 días que vienen habrá que seguir los dos temas de cerca.
Daniel Fernández Canedo
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