Si la torta no crece, seguiremos siendo pobres
El diccionario de la lengua española define al pobre como “el necesitado que no tiene lo necesario para vivir” y a la pobreza como sinónimo de insuficiencia. En nuestro país, el INDEC mide la pobreza comparando los ingresos con los necesarios para satisfacer un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas esenciales.
De acuerdo a estas mediciones, en el segundo semestre de 2023 el 41,7% de las personas que vivían en los principales centros urbanos eran pobres y el 11,9% eran indigentes (no tienen ingresos para cubrir una canasta mínima alimentaria). Según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA este porcentaje se habría elevado al 55,5% en el primer trimestre de este año. En la actualidad se necesita un ingreso mensual mínimo de 268.012 pesos por persona para no ser pobre.
Medido en dólares de paridad de compra constante el ingreso por habitante en nuestro país era en 2023 equivalente 21.890 dólares y ocupábamos el lugar 75 en el mundo; El país con mayor ingreso por habitante era Luxemburgo (115 mil dólares) y el menor Sudán del Sud (con sólo 354 dólares por año). En resumen, éramos pobres pero había otros países que eran más pobres.
No soy un experto en temas de pobreza, pero un análisis cuidadoso nos permite concluir que nuestro nivel de pobreza es el reflejo de varios factores: a) la producción total de bienes y servicios es baja (la “torta” es chica); b) la producción por habitante bajó en los últimos años (la “torta se achicó); c) no se puede repartir toda la torta porque hay que reponer la infraestructura que se deprecia y financiar los bienes públicos indispensables; d) el sistema permite que algunos se lleven una porción desproporcionada de la torta; d) la inflación castiga más a los pobres; e) no existe un mercado de crédito que permita cubrir desequilibrios temporales; y f) los que pueden ahorrar lo hacen en el exterior por las permanentes estafas que sufrieron. Para reducir la pobreza es necesario revertir todos estos factores.
¿Qué significa una “torta” chica? Nuestra estimación del valor agregado anualizado de la producción total de bienes y servicios para el primer trimestre de este año es de 523 mil millones de dólares (el INDEC no publicó aún esta cifra). Si esa producción total se repartiese en forma igual para todos los habitantes daría un ingreso mensual de 938 dólares por habitante, lo que parecería suficiente para que la mayoría de las personas no sean pobres.
Sin embargo ese cálculo sería erróneo puesto que no contempla ni la depreciación del capital existente, ni el retorno mínimo de esas inversiones, ni el gasto mínimo necesario para la provisión de los llamados bienes públicos (administración, seguridad interna y externa, y relaciones exteriores). Entre estos tres conceptos hay que deducirle al menos el 44% para estimar el ingreso disponible para repartir.
Este porcentaje surge de estimar la tasa mínima de inversión del 19,3% necesaria para mantener el stock de capital constante (el stock de capital en la Argentina equivale a 2,4 veces del PBI y su tasa de depreciación promedio está estimada en el 8% por año). Al mismo tiempo, suponiendo una tasa de retorno mínima (neta de depreciación) del 6%, el retorno al capital sería equivalente al 14,5% del PBI.
Por otro lado, el gasto público total en Argentina llegó a representar casi el 40% del PBI, y el gasto neto aproximadamente el 22%. Una gran proporción de ese gasto es innecesario e improductivo, pero los gastos mínimos necesarios son equivalentes como mínimo al 10% del PBI. Con esas deducciones, el ingreso por habitante a distribuir se reduciría a 438 mil pesos mensuales por habitante.
¿Podríamos eliminar el problema mejorando la distribución del ingreso?, la respuesta es negativa, disminuiría la pobreza, pero no la eliminaría. En los últimos años el coeficiente de Gini (una de las formas de medir la distribución del ingreso) mejoró pero la pobreza se incrementó por la caída en el ingreso total.
El país llegó a esta situación por su pésima performance económica de las últimas décadas, con 19 años de crecimiento negativo en los últimos 44 años. Cuando se observa la evolución del ingreso por habitante se verifica que su nivel en 2023 estaba muy poco por encima de su nivel en 1980 y 11,2% por debajo de su nivel en 2011, y volvió a caer a principios de este año.
La única forma de revertir esta situación es incrementando la disponibilidad total de bienes y servicios, lo que requiere evitar las crisis periódicas que están asociadas a la balanza de pagos, que están a su vez asociadas a desequilibrios macroeconómicos (e, indirectamente, a la política).
Con sólo evitar los años negativos el país podría crecer 3,5% por año (duplicando el ritmo de crecimiento desde 1980), esto permitiría incrementar en un 35% el ingreso por habitante en 10 años y sacar a millones de personas de la pobreza.
Si además permitiéramos el crecimiento sostenido de los sectores en los que tenemos claras ventajas competitivas, la baja de la pobreza sería mucho más acelerada. No es una tarea tan difícil, sólo hay que aplicar las políticas correctas.
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