Alberto F. y la mancha que le faltaba al tigre

La encuesta mostraba números contundentes: el único político argentino que superaba el 80% de imagen negativa -86%, más exactamente- era Alberto Fernández. La hizo en marzo la Universidad de San Andrés. Las consultoras optaron luego por, directamente, dejar de medirlo. Hay pisos difíciles de perforar.


Sin embargo, el porcentaje debe ser hoy peor tras la revelación de Clarín de que Fabiola Yañez y María Cantero, histórica secretaria de Fernández, cruzaron comunicaciones en las cuales la ahora expareja del expresidente revelaba supuestos episodios de violencia de género.


Los chats estaban en un celular secuestrado a Cantero como parte de la investigación por otro escándalo publicado por Clarín, en este caso en febrero. Se trata de los cientos de millones de pesos pagados a intermediarios en contratos de seguros entre organismos del Estado y el Banco Nación, todo gracias a la “obligación” establecida por un favorecedor decreto de Fernández. Uno de esos brokers, Héctor Martínez Sosa, que se llevó la parte del león, es no accidentalmente el marido de Cantero.


En el Samsung de la secretaria presidencial habría fotos de Yañez con marcas de golpes en la cara y las costillas, y chats de texto y de audio en los que la mujer responsabilizaría a Fernández por esa supuesta violencia, sucedida incluso cuando Yañez estaba embarazada y ambos compartían residencia en la Quinta de Olivos.


Más allá de que Yañez por ahora eligió no realizar una denuncia judicial, es la mancha que le faltaba al tigre.


Fernández llegó a tener un 80% de imagen positiva en el primer semestre de su mandato, cuando parecía que manejaba con pericia la pandemia. A partir de allí fue todo barranca abajo. Los tironeos con Cristina Kirchner, su mentora y vicepresidenta, empezaron a demoler sus sueños de inventar un “albertismo”. El inolvidable “los funcionarios que no funcionan”.


El kirchnerismo quiere despegarse de Fernández aun con argumentos insólitos.


Entre zigzagueos, intentó pegarse al kirchnerismo en busca de sostén, pero saltaron el vacunatorio VIP y, sobre todo, el festejo de cumpleaños en Olivos de “mi querida Fabiola”. Nunca se recuperó.


Dejó en manos de Sergio Massa el último año de su gobierno y el ministro-candidato terminó de detonar una economía y una gestión que venían en rojo profundo.


Tanta mancha acumulada provocó un efecto repulsivo. Especialmente en el kirchnerismo, donde la figura de Fernández es señalada como la única o la mayor responsable de la debacle electoral del año pasado. El chivo expiatorio perfecto.


No es casual que Mayra Mendoza, muy cercana a Cristina, aprovechara las versiones de maltrato conyugal para darle duro al expresidente. Eso sí, eligió un argumento ultramontano, en las antípodas de su autopercibido progresismo.


Desde México, donde acompañó a la exvice, la camporista intendenta de Quilmes declaró: “Dado el perfil de Alberto Fernández, hombre varón cis que evidenció no poder asumir la conducción política de una mujer como Cristina Fernández, y que siempre se preocupó por saber si iba a estar herido en su masculinidad, tiene todas las características de poder haber ejercido violencia de género”.


Don Cesare Lombroso, famoso criminólogo fallecido en 1909, quien sostenía que los delitos tienen un componente biológico y, por ende, se podían detectar mediante características físicas, hubiera estado orgulloso, aunque quizás habría sonreído con lo de “hombre varón cis”.


Parece que aquello de que “los cuerpos no se juzgan” se aplica sólo a los amigos.

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Violencia de género: furiosa con su expareja, Fabiola Yañez analiza demandar a Alberto Fernández

Claudio Savoia

  • La revelación de Clarín atizó un vínculo que estaba roto en malos términos.
  • Si ella mantuviera la decisión de no denunciar, hay controversia respecto de si el caso podría reabrirse.

La revelación sobre la existencia de fotografías, audios y textos que revelarían varios episodios de agresiones físicas de Alberto Fernández hacia su ahora expareja Fabiola Yañez durante su paso por el poder y por la residencia presidencia de Olivos alteró dramáticamente el frágil equilibrio en el que pendulaba la relación entre los padres del niño Francisco Fernández.

La exprimera dama vive en España con su hijo y periódicamente con su madre, alejada en pésimos términos del expresidente y también de la Argentina, cuyo suelo no quiere pisar bajo ninguna circunstancia.

Pero quienes la oyeron este fin de semana quedaron impresionados por el nivel de furia contra Alberto Fernández y el voltaje de los reclamos hacia él, personales y económicos, que lo habrían sumido en un cuadro de profunda angustia.

Yañez estuvo reconsiderando su decisión de no denunciar al padre de hijo por violencia de género. La mera posibilidad de que lo haga estremece a Fernández y buena parte de su empequeñecido círculo de confianza, varios de cuyos integrantes -al igual que personal de Olivos- habrían tenido noticias de los maltratos en su momento.

Esa es la foto de las últimas horas, que con las emociones a flor de piel puede volver a cambiar una y varias veces. En tribunales también buscan cubrirse de estos giros: "yo creo que, entre otros motivos Julián -Ercolini, el juez- decidió acudir a la Oficina de Violencia de Género de la Corte para poder mantener el secreto y la reserva que buscaba, pero a la vez compartir con otra instancia judicial el material tan comprometedor que había llegado a sus manos", dice un camarista federal con décadas de experiencia en el fuero porteño.

En el departamento de Puerto Madero en el que volvió a vivir Alberto Fernández -que supuestamente pertenece al publicista Pepe Albistur- el clima oscila entre la desesperación y la bronca. "Ella lo quiere extorsionar, lo presiona hasta el límite de la salud mental, quiere plata, él no aguanta más", deslizó uno de los amigos históricos y compañeros de militancia del expresidente en el peronismo porteño.

La denuncia de Fabiola, ¿el único camino?

En su breve resolución del anexo reservado en el que consignó la existencia de fotografías y chats en los que se reflejaban los distintos actos de supuesta violencia de género -interpretación que la oficina de la Corte convalidó, pidiendo que la presunta víctima sea escuchada personalmente- el doctor Ercolini dispuso el archivo del episodio al menos mientras Yañez no cambiara de idea. Si eso ocurriese, la maquinaria judicial se pondría en marcha para investigar al expresidente también por golpear a su exmujer. Por ahora, solo está bajo la lupa de los tribunales por presunta corrupción.

Esta tesitura es la histórica en la justicia argentina, y avalada por la mayoría de los magistrados consultados por este diario, cuyos nombres se envuelven en sombras apenas intuyen que podrían ser vinculados en el escándalo. "El código penal es claro", dice un funcionario nacional que coordina el trabajo de fiscales de todo el país. "Se trata de un delito de instancia privada, no se puede meter el ministerio público fiscal para evitar el strepitus fori, es el 'escándalo jurídico' causado por el dictado de sentencias contradictorias".

"Los actos de violencia son en principio delitos civiles, que se convierten en penales a través de una tipificación espefíca en el Código. El derecho penal es de última ratio, de última razón. Interviene donde hay un interés superior del Estado por regular relaciones entre privados, que deben desenvolverse lejos de su mirada. Si quieren pensar distinto hay que modificar la ley", concluye su explicación.

Pero en derecho, casi más que en ninguna otra ciencia humana, siempre hay dos bibliotecas.

Otro fiscal federal con despacho en Comodoro Py comparte su visión, fundada en una experiencia personal: "en casos de violencia intrafamiliar, los fiscales pueden impulsar la investigación. A mí me tocó conocer varios, y uno muy de cerca", dice el funcionario.

"Las mujeres que son golpeadas por sus parejas, por sus padres o algún otro pariente, en la mayoría de los casos tienen ciertos tipos de dependencia psicológica con sus agresores. Y ni hablar dependencia económica: ¿cuántas chicas sometidas a violencia son realmente libres para decidir si denuncian o no a sus novios o maridos?", se pregunta en forma retórica.

Las crecientes corrientes feministas vienen abonando esta última lectura, en manifestaciones públicas pero también en la letra de varios expedientes judiciales. Ahora esos ensayos tienen un oportuno casus belli frente a sus ojos. Pueden bajar la vista, por supuesto.


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