¿De qué se habla cuando se habla de golpe?

Con la calle, en 2005, Evo Morales fue fundamental para voltear al presidente Carlos Mesa. Ahora, la calle a la que tantas veces apeló acaba de ser fundamental para voltearlo a él. Según quien opine, es golpe de Estado o no lo es. Con el lenguaje se puede sostener lo que cada cual quiera.
Si esta vez el argumento es que los militares violaron la Constitución para sacar a Evo del poder, Evo ha venido haciendo cosas bien parecidas para mantenerse en el poder.
Había asumido a comienzos del 2006, llevaba tres períodos y 14 años en el gobierno y pretendía quedarse indefinidamente. Tuvo que cambiar la Constitución o torcer la Constitución o reinterpretar la Constitución.
En 2009 cambió la Constitución que le impedía tener dos mandatos seguidos. Y luego reinterpretó la Constitución para sostener que el segundo mandato era en realidad el primero y que por lo tanto tenía derecho a uno más. Era el que iba a terminar ahora.
Pero como quería un cuarto mandato y tenía el camino cerrado, buscó la salida en un plebiscito popular. El problema es que perdió el plebiscito y como lo perdió no podía tener ese cuarto mandato. ¿Y qué hizo entonces?: apeló a la Justicia amiga para que le limpie la cancha. Y la Justicia amiga se la limpió con un argumento de la Convención Americana de Derechos Humanos: ser elegido es un derecho humano. La democracia en la región por algo es tan débil.
Catorce años con un mismo presidente es demasiado para cualquier democracia. Pero Evo planteó un vamos por más. La indiscutible popularidad empezó a horadarse y estas elecciones del 20 de octubre terminaron en un escándalo. Por un día entero se paró el conteo y al reanudarse, Morales se autoproclamó triunfador en primera vuelta.
Se dispararon las protestas y las denuncias de fraude y Evo, como último recurso, le pidió a la OEA una auditoría electoral a la que él mismo le otorgó “carácter vinculante”. O sea, que lo que dijera la OEA definiría la validez del resultado. El informe fue lapidario: se había trampeado y manipulado el escrutinio para favorecer a Morales.
La OEA pidió anular el comicio y convocar uno nuevo con nuevas autoridades electorales. Fue el sábado. La crisis se precipitó y la oposición pidió la renuncia de Morales. Bolivia es violenta y con una larga tradición de sangre e inestabilidad. Con la policía amotinada y la gente en la calle, el jefe del Ejército desconoció la orden de reprimir y apeló a un artículo de la Constitución según el cual frente a “situaciones conflictivas internas o externas” puede “sugerir ante quien corresponda las soluciones apropiadas”. El general William Kaliman entendió que lo autorizaba a solicitarle a Evo que dejara el cargo. ¿Eso fue un golpe de Estado?
Lo fue para Cristina que en defensa de Evo creó la categoría de “presidente indígena y popular”. También opuso las protestas en Chile contra el “neoliberal Piñera y reprimidas brutalmente” con las “manifestaciones violentas sin ningún tipo de limitación” en Bolivia. ¿Qué quiso decir? ¿Que las protestas en Bolivia deben ser “reprimidas” como las de Chile o que las de Chile deben ser “limitadas”?
El peor final que se podría esperar: un presidente democrático forzando la ley para perpetuarse, un fraude que acaba con la propia democracia, una pueblada que asedia un gobierno que perdió legitimidad y los militares en el medio. Nada que no hayamos visto antes por aquí. Pero no por eso menos triste. ■
El peor final: presidente democrático forzando la ley para perpetuarse y los militares en el medio.

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