Uno de cada 3 argentinos, con depresión o ansiedad

Surge de una encuesta sobre la cuarentena entre 10.000 personas.


“No sé qué me pasa. Anoche no pude pegar un ojo. Y me cuesta mucho concentrarme. Los días me parecen eternos”, dice Sofía Sánchez, de 33 años, madre de dos varones de siete y diez. Si no hace las cuentas, no sabe cuánto pasó desde que empezó la cuarentena. “Tengo que fijarme en el celular qué día es. No sé si es lunes o jueves. Y ya casi no distingo entre el día y la noche. Desayunamos a las 12 y cenamos a las 18. Está todo trastocado y nuestro ánimo, también”, detalla. Aunque sigue trabajando desde su casa porque es diseñadora, cada vez tiene menos demanda laboral. “Espero que pase pronto. Me siento un poco deprimida”, confirma.

No es la única. Uno de cada tres argentinos desarrolló síntomas depresivos-ansiosos durante la cuarentena, según el primer estudio que se hizo para medir el impacto emocional de la epidemia, que analizó más de 10.000 casos y estuvo a cargo del Instituto de Neurociencias Cognitivas y Traslacionales, Conicet-Fundación Ineco-Universidad Favaloro. ¿Qué es lo que más nos cuesta de la cuarentena? Según los resultados, trabajar desde casa y no poder hacer actividad física, por encima de los problemas de la convivencia, la necesidad de organizar actividades para los chicos o mantener ordenada la casa.

Los menores de 25 años son los que más signos de depresión severa manifestaron en este tiempo y, contrariamente a lo que esperaban los investigadores, los mayores de 65 años fueron los que menos lo sintieron. Creen que es porque son los que se sienten menos vulnerables frente a la enfermedad y a la vez son más dependientes de lo que se pensaba del contacto cara a cara con sus seres queridos. Algo que las relaciones virtuales todavía no reemplazan. “Pensamos mucho en esa tía abuela que vive sola y se puede deprimir. Pero también deberíamos prestar atención a ese adolescente que tenemos en casa y puede estar afectado por el sentimiento de soledad”, explica Fernando Torrente, autor del trabajo junto con Adrián Yoris, Pablo López, Marcelo Cetkovich y Facundo Manes.

“El estudio permite medir el costo emocional de la epidemia. Nos permite ver que el impacto de la cuarenSegún tena es alto en el ánimo social. Se está desarrollando un sentimiento de soledad vinculado al aislamiento social que afecta no únicamente a los que viven solos y son mayores, sino también a los jóvenes y a quienes viven en familia”, apunta Torrente.

Para la investigación se efectuó una encuesta a 10.053 personas mayores de 18 años de todo el país a través de Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp y correo electrónico. Incluyó dos cuestionarios estandarizados para la evaluación de la severidad de síntomas de la serie depresiva y ansiosa. “La existencia de dificultades psicológicas o psiquiátricas previas actuaría como un agravante, pero no explicaría por completo el impacto observado en la muestra total”, sostiene el estudio.

“Hay una caída libre del ánimo. En pocas semanas, pasamos de la negación a la depresión. No creíamos que nos iba a pasar a nosotros, después nos preparamos para la cuarentena y ahora nos sentimos aislados. Sentimos el corte abrupto de actividad y de vida social. Además, estamos en presencia de una enfermedad que pone en peligro nuestra vida y la de los seres queridos”, agrega Torrente.

Según el estudio, el 94,3% dijo que acata la cuarentena. Solo el 2,1% respondió que no la respeta y el 3,6% indicó que hace un “acatamiento parcial”. Los hombres son los que en mayor medida rompen la cuarentena o la hacen parcialmente. Las razones para quedarse en casa se ordenaron con esta prioridad: obediencia a la autoridad (38,7%), temor a las penalidades (36,2%), autocuidado (33%), cuidado de la sociedad en general (32%) y cuidado de seres queridos (26,2%). Los resultados no suman 100% porque era posible más de una respuesta. Entre las razones para salir de casa, se enumeraron las compras esenciales de comida (27,8%), ir a la farmacia (11%), el trabajo (6,8%), otras y combinaciones (54,3%). Cuando se preguntó si creían que la cuarentena es una medida eficaz, el 92,8% dijo que muy eficaz.

Dimensiones

La encuesta midió la depresión en dos dimensiones. La autopercepción de depresión y la graduación, es decir, si es profunda, leve o moderada. En esta segunda escala, la población que manifestó en los últimos días signos de depresión es todavía mayor: llega al 47%. Sin embargo, la pregunta “¿sentís o no depresión?” permitió a los investigadores decantar el porcentaje de aquellos que tienen sentimientos pasajeros de tristeza o “síntomas de bajón”, pero que no ven impactado su ánimo. Es decir que el 33% de personas con síntomas de depresión y ansiedad no incluye a los que sienten de forma transitoria algunos sentimientos depresivos y se autoclasificaron como “leve”.

La depresión leve afectó en forma pareja a casi toda la población: dos de cada diez argentinos la sintieron en estos días, con mayor incidencia entre los que tienen entre 26 y 44 años. “Son trastornos adaptativos, cuadros breves, como respuesta a un tipo de vivencia. Cuando el contexto vuelve a la normalidad, ceden. Puede haber gente a la que le cueste recuperarse. Por eso también es importante hacer un trabajo sobre salud mental en este tiempo”, aclara Torrente.

El 10% de los encuestados expresaron que sienten depresión de forma severa. Entre los más jóvenes, impactó más: el 22,4% de los menores de 25 años dijeron que experimentan una depresión profunda. En cambio, solo el 7% de los mayores de 65 años se sienten así.

“Nos sorprendió este dato. Los más jóvenes son los que más están sufriendo la soledad. Uno podría creen que iban a ser los que más fácil iban a migrar su vida social a formas virtuales. Pero resultó ser que para esta población el contacto cara a cara todavía sigue siendo muy importante”, dice Torrente.

Los sentimientos de soledad aparecieron como el factor más importante asociado a los síntomas emocionales, por sobre otras variables psicológicas como el temor al contagio o el peligro atribuido a la enfermedad. En los más jóvenes, se explica, esto es aún más fuerte porque son los que menos temor tienen al contagio, se sienten menos vulnerables y entonces viven las restricciones sociales y las limitaciones para hacer actividad física como un aislamiento sin mayores beneficios.

“De manera inversa, podemos especular con que los grupos etarios mayores poseen motivaciones más fuertes para aceptar las restricciones y, por lo tanto, pueden asimilarlas con menor costo emocional”, indica el trabajo.

Como se dijo, trabajar fue catalogado como lo más difícil durante la cuarentena por casi el 50% de los argentinos. Y también hacer actividad física: casi la mitad sostuvo eso. En cambio, diseñar actividades para los más chicos fue muy sencillo para el 38,8% de los encuestados, lo mismo que hacer las tareas de la casa (25,3%) y la convivencia con otros (casi el 20%).

Contrariamente a lo que se esperaba, convivir con la familia no está siendo el mayor reto de la cuarentena. “Pensábamos que iba a ser muy difícil la convivencia, pero no genera tanto estrés como el trabajo. Es difícil trabajar desde casa y mantener la productividad. Y también el hecho de no poder trabajar desde tu casa porque es presencial”, explica Torrente. Además, un 60% muestra algún grado de malestar o estrés al salir de casa.

Respecto de la actividad física, “es sabido que es un potente estimulante y ejerce un efecto positivo y sostenido sobre nuestro estado de ánimo. Por lo tanto, podemos especular con que las restricciones en ese sentido contribuyen a los efectos observados en el ánimo y la ansiedad. Por último, las dificultades para acomodar el trabajo a las circunstancias excepcionales podrían operar como otro estresor”, concluye el trabajo.

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