“No se necesita una dictadura totalitaria”
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Steven Pinker, prestigioso psicólogo cognitivo dijo que esa no es la alternativa para controlar una pandemia.
- LA NACION
- Texto Luciana Vázquez
“No se necesita una dictadura totalitaria para controlar una pandemia”, afirma. “Lo opuesto a la meritocracia es la corrupción. El experto en salud pública de Estados Unidos, el verdadero héroe de esta pandemia, es Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas [Niaid, por sus siglas en inglés], y ese es el mejor ejemplo de lo que es la meritocracia”, sostiene, contundente. “China debería prohibir esos mercados en los que se aglomeran animales vivos en jaulas que son sacrificados muy cerca de la gente, pero aun siendo un régimen totalitario no lo hace”, señala, crítico, el psicólogo cognitivo Steven Pinker, profesor e investigador de la Universidad de Harvard.
Pinker es uno de los pensadores globales más consultados de la actualidad, autor de En defensa de la Ilustración. Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso.
Desde su casa de Massachusetts, donde atraviesa el aislamiento social, en una entrevista exclusiva en La repregunta, emitido por LN+, reflexionó sobre los temas más acuciantes del momento: democracias bajo ataque versus la eficiencia del totalitarismo chino a la hora de contener la pandemia del nuevo coronavirus; las fallas de la democracia estadounidense, expuestas cruelmente en esta crisis de la salud; los silencios notables y la opacidad del régimen chino; el valor de la meritocracia y la ciencia, a pesar de todo.
–Usted viene reflexionado sobre el humanismo y el nivel de progreso alcanzado por la humanidad a pesar de las guerras y la pobreza. ¿Piensa que esta crisis sanitaria está mostrando que, a cierto nivel, la democracia está en problemas e, incluso, está fracasando?
–No, los países que fueron más severamente afectados, de hecho, son dos dictaduras: China e Irán. La pandemia representa un problema para aquellos gobiernos que no se prepararon para lo que sabíamos que iba a suceder. Cada experto en epidemiología y salud pública había dicho que éramos muy vulnerables ante las pandemias. Muchos gobiernos no se prepararon adecuadamente y el gobierno de China, sobre todo, no reaccionó con la rapidez o la transparencia necesarias. Es un problema de todos los gobiernos.
–¿Es decir que no depende del tipo de régimen político?
–Claro, depende de la voluntad de los gobiernos de planear para el futuro en contraste con el presente, de su disposición a tomar en cuenta el conocimiento científico y de su capacidad de reacción para el bienestar de sus pueblos en vez de concentrarse en mantener el poder y guardar una buena imagen. Un común denominador entre China y Estados Unidos es que en ambos casos sus líderes tardaron en reconocer el riesgo latente porque pensaron que su imagen resultaría dañada.
–¿Entonces el problema en este sentido es más profundo? No depende tanto de la calidad de la democracia liberal, sino que atraviesa todo el espectro ideológico de países.
–Claro, a pesar de que los países que reaccionaron más efectivamente fueron las democracias, como Alemania, Corea del Sur, Nueva Zelanda y Taiwán. En muchos sentidos, Estados Unidos se quedó atrás. En sus estadísticas sobre bienestar social, índices educativos, seguridad y calidad de vida, está entre los primeros, pero muchos otros países lo superan, incluso en lo que hace a la democracia, puesto que muestra imperfecciones en el tema de la democracia, como el colegio electoral, por el que ganó el candidato que no fue el más votado por la gente. Tenemos a jueces de la Suprema Corte que tienen un cargo vitalicio y se convierten en oportunistas políticos. Tenemos varios problemas en nuestro sistema democrático y de ninguna manera somos la democracia número uno.
–China, con el lockdown masivo de su enorme población, quedó muy bien parada ante la Organización Mundial de la Salud (OMS), por ejemplo. El poder que tiene para controlar y administrar políticamente a su población, el poder de su inteligencia artificial y, por el otro lado, un menor nivel de libertades, ¿fue lo que le per
mitió mayor efectividad para contener la pandemia en comparación con los países que usted menciona?
–Al tener que enfrentar la pandemia se imponen restricciones a la libertad, así como se ejercen restricciones a la libertad en el derecho penal. Todo gobierno tiene el derecho, incluyendo las democracias, de imponer restricciones para prevenir daños mayores. La cuestión es si ese poder del gobierno se circunscribe a lo que es estrictamente pertinente como para prevenir que la pandemia se salga de control o si se usa como excusa para controlar la libertad de las personas en forma general. El hecho de que países como Corea del Sur hayan tenido éxito demuestra que no se necesita tener una dictadura totalitaria para controlar una pandemia y, como dije antes, China no reaccionó de la mejor manera ante la pandemia en sus primeras etapas porque el flujo de la información está controlado, e incluso en una dictadura el hecho de que China tenga estos mercados en los que se aglomeran animales vivos en jaulas que son sacrificados muy cerca de la gente. China debería prohibir esos mercados, pero aun siendo un régimen totalitario no lo hace. Además hay países europeos que están reaccionando mejor. No podemos decir que todas las dictaduras reaccionaron bien ni que todas las democracias están reaccionando mal. No tenemos ese patrón.
–Volvamos a Estados Unidos. Otro análisis plantea que la meritocracia, el tejido social que define, de alguna manera, al capitalismo norteamericano, ha mostrado su peor faceta en relación con esta especie de darwinismo social que dejó abandonadas a las personas más vulnerables, afroamericanos y latinos, más gravemente afectados por los efectos dramáticos de esta epidemia.
–Sí, creo que hay un problema, incluso un escándalo, por la falta de tratamiento de los grupos más vulnerables de la población. No es un problema exclusivo de Estados Unidos. Por ejemplo, si volvemos a China, la minoría musulmana uigur, que es mantenida en campos de concentración, seguramente sufre de cifras más elevadas de afectados, pero no lo sabemos porque China no publica esos datos. Es un problema para todos los países lograr brindar un tratamiento igualitario, una salud igualitaria, y, de hecho, Estados Unidos tiene mucho por hacer ahí, pero el problema también existe en muchos otros países. Las socialdemocracias de Nueva Zelanda y Alemania están logrando hacer un trabajo más efectivo.
–¿Y el tejido social meritocrático tiene algún rol importante en el impacto que la pandemia del coronavirus está teniendo en Estados Unidos?
–No sé a qué nos referimos con meritocracia. La meritocracia significa que las personas más capaces son las que están al mando. Lo opuesto a la meritocracia es la corrupción, en donde los puestos de poder se otorgan a quienes tienen conexiones, parientes, amigos, aliados... De todas formas, el éxito para manejar la pandemia radica en que los puestos líderes estén en las manos de las personas con la mayor experiencia. El experto en salud pública de Estados Unidos, el verdadero héroe de esta pandemia, es Anthony Fauci, y ese es el mejor ejemplo de lo que es la meritocracia. Lo último que quisiéramos es que personas sin ningún mérito o que son incompetentes, que llegan a un cargo solo por sus conexiones políticas, tengan que tomar las decisiones.
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