El informe de un notable epidemiólogo que desaconsejó las cuarentenas
El origen de los bloqueos implementados en la mayoría de los países para frenar la covid-19 fue un experimento científico en una escuela secundaria. Se convirtió en "ley" durante la presidencia de George W. Bush. Un informe científico de 2006 reúne argumentos en contra de este tipo de medidas.
A partir de la extensión de las cuarentenas en el mundo, algunos medios en Estados Unidos han traído a la actualidad un duro informe científico de 2006 en el que se desaconsejaba la aplicación de aislamientos como forma de prevenir contagios en medio de una epidemia o pandemia. "Disease Mitigation Measures in the Control of Pandemic Influenza" ("Medidas de mitigación de enfermedades en el control de la influenza pandémica"), se llamó el documento, elaborado en tiempos donde se debatía qué medidas tomar ante la expansión de la gripe aviar.
El principal referente del equipo de investigación fue el epidemiólogo Donald Henderson, fallecido en 2016 y reconocido como la persona que lideró los esfuerzos de la Organización Mundial de la Salud para erradicar la viruela. Además, estuvo acompañado por tres profesores de la Universidad Johns Hopkins, vinculada en la actualidad a estudios sobre covid-19: estos eran el especialista en enfermedades infecciosas Thomas Inglesby, la epidemióloga Jennifer Nuzzo y la doctora Tara O'Toole.
"No hay observaciones históricas ni estudios científicos que respalden el confinamiento por cuarentena de grupos de personas posiblemente infectadas durante períodos prolongados para disminuir la propagación de la gripe", señalaron en aquella ocasión, ante la posibilidad de que el incremento de casos de gripe aviar llevara al gobierno de George W. Bush a implementar bloqueos. "Esta medida de mitigación debe ser eliminada de una consideración seria", agregaron.
POR QUÉ NO SE LOS ESCUCHÓ EN 2006
El pasado 22 de mayo, The New York Times publicó una nota titulada "La historia desconocida del origen del distanciamiento". Allí, plantea que la idea nació de un experimento de ciencias en una escuela secundaria, utilizando técnicas de modelado basadas en agentes que no tienen nada que ver con la vida real, la ciencia real o la medicina real. Específicamente, fue un trabajo realizado por una joven de 14 años la base del modelo de aislamiento que Bush preparó ante la posibilidad de una pandemia, temor que surgió en él después de leer un libro sobre la gripe de 1918.
"Laura Glass, que entonces tenía 14 años, había realizado un proyecto de clase en el que construyó un modelo de vínculos en su escuela secundaria de Albuquerque (...) y concluyó que los autobuses escolares y las aulas serían un vehículo casi perfecto para la propagación de una enfermedad contagiosa", recuerda el NYT, y agrega: "El Dr. Robert Glass aprovechó el trabajo de su hija para explorar con ella qué efecto tendría la ruptura de estas redes en derribar la enfermedad".
El resultado de su investigación fue sorprendente. Según sus cálculos, al cerrar las escuelas en una ciudad hipotética de 10.000 personas, solo 500 personas se enfermarían. Si permanecieran abiertas, la mitad de la población estaría infectada.
"Dios mío, podríamos usar los mismos resultados que ella y trabajar a partir de ahí", recuerda Glass. Tomó sus datos preliminares y los construyó ejecutándolos a través de las supercomputadoras, más comúnmente utilizados para diseñar armas nucleares (el proyecto de su hija se inscribió en la Feria Internacional de Ciencia e Ingeniería de Intel en 2006).
La administración Bush finalmente se puso del lado de los defensores del distanciamiento social y los cierres. Su política se convertiría en la base de la planificación gubernamental y se aplicaría en simulaciones utilizadas para prepararse para pandemias y de manera limitada en 2009 durante el brote de influenza H1N1. Luego vino el coronavirus, y el plan se puso en práctica en todo el país por primera vez.
CON QUÉ ARGUMENTOS RESISTIERON LAS CUARENTENAS
En contra de lo planteado por Bush, el equipo liderado por Henderson concluyó que "la experiencia ha demostrado que las comunidades que enfrentan epidemias u otros eventos adversos responden mejor y con la menor ansiedad cuando el funcionamiento social normal de la comunidad se ve menos afectado". En ese sentido, advierte a los gobiernos a no transformar una pandemia manejable en una catástrofe.
Por otra parte, señalaron que una cuarentena domiciliaria plantea cuestiones éticas. La implementación de la cuarentena domiciliaria podría ocasionar que personas sanas y no infectadas corran el riesgo de infección por parte de miembros del hogar enfermos. "Una política que imponga la cuarentena en el hogar impediría, por ejemplo, enviar a niños sanos a quedarse con familiares cuando un miembro de la familia se enferma. Tal política también sería particularmente dura y peligrosa para las personas que viven en lugares cerrados, donde el riesgo de infección aumentaría", remarcaron.
"Históricamente, las restricciones de viaje, como cerrar aeropuertos y controlar a los viajeros en las fronteras, han sido ineficaces", indicaron. El grupo consideró sobre esto que "la detección y la cuarentena que ingresan a los viajeros en las fronteras internacionales no retrasaron sustancialmente la introducción del virus en pandemias pasadas y probablemente será aún menos efectivo en la era moderna.".
Por otra parte, sin dar un plan B, los investigadores remarcan las consecuencias económicas y sociales de la prohibición de reuniones de más de 100 personas: "Hay muchas reuniones sociales que involucran contactos cercanos entre personas, y esta prohibición puede incluir servicios religiosos, eventos deportivos. Esto puede significar cerrar teatros, restaurantes, centros comerciales, grandes tiendas y bares. La implementación de tales medidas tendría consecuencias muy perjudiciales".
Sobre el cierre prolongado de escuelas, dijeron: "Las escuelas a menudo cierran durante 1 a 2 semanas al comienzo del desarrollo de brotes estacionales de influenza en la comunidad, principalmente debido a las altas tasas de ausencia, especialmente en las escuelas primarias, y debido a enfermedades entre los maestros. Esto parecería razonable por razones prácticas. Sin embargo, cerrar escuelas por períodos más largos no solo es impracticable, sino que conlleva la posibilidad de un resultado adverso grave".
"Los problemas en la implementación de tales medidas son formidables, y los efectos secundarios del absentismo y la interrupción de la comunidad, así como las posibles consecuencias adversas, como la pérdida de la confianza pública en el gobierno y la estigmatización de las personas y grupos en cuarentena, probablemente sean considerables", sumó el equipo liderado por Henderson.
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