Lo que faltaba: terapia de grupo para la inflación

Qué le pasa al Presidente además de lo que ya le estaba pasando? El domingo dijo que detrás de la inflación está el diablo y la llamó una autoconstrucción metida en la cabeza de la gente. Nadie lo apuraba: estaba hablando con periodistas amigos en la tevé oficial. Ahora dice que les propuso a empresarios y sindicalistas iniciar sesiones de terapia de grupo. En cualquier momento propone usar las Flores de Bach para combatir la inflación.

Encima, se mandó con un recuerdo de John Lennon y pidió que le demos una oportunidad al diálogo. En la letra de Lennon, el pedido era una oportunidad a la paz. Cosas de Alberto Fernández: la última seguidilla había arrancado dos martes atrás, con el anuncio de que el viernes íbamos a entrar en guerra contra la inflación. Obvio, lo que consiguió fue que los precios se aceleraran.

Para Fernández, todo es culpa ajena. Le faltó y le falta lo más importante: decir cómo va a hacer su gobierno para frenar los precios, porque ese es su trabajo y porque el tiempo pasa y siguen sacudiendo los bolsillos de todos. De muchos, más que de otros: el índice de alimentos subió 5,4% promedio en las últimas cuatro semanas y 7,7% punta contra punta, según consultoras privadas.

Y ya que estamos, ¿en qué anda Cristina? La vice está viendo cómo le pagamos al diablo del Fondo. Para eso, propone por ley usar la plata fugada por los argentinos al exterior. Un reblanqueo que no se anda con chirolas: hay que juntar nada menos que 44 mil millones de dólares.

Contó que le pidió ayuda al embajador de los Estados Unidos, Marc Stanley, en una reunión en la que “conversamos sobre distintos temas de interés común: lavado de dinero, trata de personas y derechos humanos”. En la versión del embajador: “Compartimos el amor por la familia, el amor por nuestros países ¡y por los chocolates patagónicos!”. Ni una palabra sobre el FMI. Después, Stanley recibió a Patricia Bullrich.

Cristina pretende que se crea que con su proyecto se le pagará al Fondo con la plata que el Fondo le prestó a Macri y que según ella se fugó del país. La oposición ya lo llama ley Daniel Muñoz, por el secretario privado de Kirchner, al que se le descubrieron inversiones enormes en negro. Unos 70 millones de dólares sólo en hoteles y propiedades en Miami y Nueva York.

En lo que sería el tercer blanqueo del kirchnerismo, Cristina propone una medida polémica y bien peligrosa: levantar el secreto fiscal, que puede ser usado para perseguir opositores. También, crear la figura del delator: que los contadores alcahueteen sobre clientes evasores. Quienes aporten datos se llevarán un 30% de la plata descubierta. Las vueltas que da la vida: en un punto, la figura del delator se parece a la del arrepentido en causas de corrupción kirchnerista, como la de los cuadernos de las coimas.

Otra propuesta devuelta de volea y para el otro arco fue la de Beliz, que se entendió como de salir a controlar las redes “que intoxican la democracia”. Justo en medio del batifondo de Fernández y Cristina. En pocos países la oposición más ruidosa es la que el propio gobierno se hace a sí mismo. Después, Beliz le bajó el tono a autocontrol, como pasa en otros lados, y con lenguaje papal habló de “redes para el bien común”. Las redes son muchas cosas y algunas de esas cosas merecen ser cambiadas. Pero también son para la gente una válvula de escape. Ojo con ellas. 

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