Barrionuevo tenía razón: había que dejar de robar

Luis Barrionuevo pronunció en 1990 una de esas frases que instantáneamente pasan a ser parte del folclore criollo. “Tenemos que tratar de no robar por lo menos dos años en este país”, dijo el gremialista en Hora Clave, ante la mirada atenta de Mariano Grondona.

Su propuesta encerraba un canto a la argentinidad: la solución (“no robar”) no tenía por qué ser permanente, alcanzaba que fuera transitoria (“por lo menos dos años”). Un parche, auténtico símbolo nacional.


Pero a la vez el gastronómico sugería algo que constituye una verdad universal: a menor corrupción, mayor riqueza.


Nada lo expone mejor que el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, que releva 180 países y los ranquea de menos a más corruptos. En 2022, los diez primeros puestos los ocupan naciones de elevada calidad de vida: Dinamarca, Finlandia, Nueva Zelanda, Noruega, Singapur, Suecia, Suiza, Países Bajos, Alemania e Irlanda (con idéntico score que Luxemburgo).


Por el contrario, en los últimos diez figuran varios de los países más pobres del planeta. Son Somalia, Siria, Sudán del Sur, Venezuela, Yemen, Libia, Corea del Norte, Haití, Guinea Ecuatorial y Burundi. Lugares con guerras civiles, hambrunas y/o dictaduras. Caldo ideal para la corrupción, que realimenta la miseria.


Sudán del Sur, Burundi y Yemen también están entre los diez peores países del Índice de Desarrollo Humano 2021 de las Naciones Unidas. A la vez, Suiza, Noruega, Dinamarca, Suecia, Irlanda, Alemania y Países Bajos se ubican entre los diez mejores de esa lista.


Argentina, tal como publicó Clarín, aparece de mitad de tabla para abajo, en un poco honroso puesto 94, con el mismo puntaje que Brasil, Etiopía, Marruecos y Tanzania. El país, que ostenta el detalle no menor de una vicepresidenta en ejercicio, Cristina Kirchner, condenada por cometer delitos de corrupción mientras era presidenta, suma 38 puntos, lo mismo que el año pasado.


Lejos de los 74 de Uruguay (puesto 14) o los 67 de Chile (puesto 27).


La presidenta de Transparencia Internacional, Delia Ferreira Rubio, identifica varias razones de la pobre performance local. Habla de “normas que no se aplican, instituciones que no cumplen su función y sanciones que se imponen sólo en casos aislados, garantizando la impunidad para los corruptos”.


Ferreira Rubio es contundente en el diagnóstico. “La falta de integridad de los funcionarios es también una forma de corrupción y de violación de las normas de ética pública. El Vacunato


La relación entre nivel de vida, escasa corrupción e inversión en educación es directa.


rio VIP y el Olivos-party fueron claros ejemplos”, escribió en este diario.


Así como es directa la relación entre escasa corrupción y la riqueza de los países, otro elemento asoma ineludible como tercer lado de un triángulo virtuoso. Es la inversión en educación. Los top diez en honestidad Noruega, Dinamarca, Suecia, Suiza, Luxemburgo, Países Bajos, Irlanda y Nueva Zelanda están entre los 15 países que más dinero destinan a la educación por habitante. Guinea Ecuatorial, Haití, Burundi, Sudán del Sur y Somalia, donde la corrupción campea, aparecen entre los 25 que menos invierten.


Argentina, nuevamente, navega en mitad de tabla. Otro detalle mayor: desde que fue sancionada la Ley de Financiamiento Educativo en 2006, hasta 2020 (último año con estadísticas), solo en tres años se cumplió con la meta que obliga a invertir el 6% del PBI.


Dicho de otra manera, en los últimos 15 años el Estado debería haber puesto unos 26.000 millones de dólares más en el área. Los resultados de no hacerlo- están a la vista.


La receta para salir de una vez de la crisis eterna no parece tan misteriosa. Pero sí, ya sabemos los bueyes con los que aramos.

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