Los precios suben y los votos bajan (para todos)

El 115% de inflación anual es una de las razones por las que un 40% del electorado elige no ir a votar o hacerlo en blanco. El desencanto al palo.

24/07/2023 19:02 Pablo Vaca (Clarín)

Al ritmo de un 115% de aumento anual en los precios, tercer puesto en el ranking mundial detrás de Venezuela y El Líbano, en Argentina no queda otro remedio que negociar paritarias por trimestre.

Varios de los grandes gremios buscan llegar en estos días a pactos para el periodo julio-septiembre con números como los conseguidos por los bancarios, que ya firmaron 66% para los primeros seis meses del año. Un porcentaje mayor al 60% que en algún momento soñó el ministro candidato Sergio Massa para el año completo.

En lo que parece otro planeta, en España empresarios y sindicatos firmaron un principio de acuerdo salarial para el próximo trienio. Habrá subas del 4% en 2023 y del 3% en 2024 y 2025. Anual, por supuesto.

Aquí, el oficialismo festejó pasar del 7,8% de inflación en mayo al nada modesto 6% de junio. Allá, el gobierno español logró reducir la suba del costo de vida de un pico del 10,8% interanual, en julio de 2022, al 1,9% actual. De nuevo: 1,9% para los últimos doce meses.

Pese a ello, el domingo el gobierno español del socialista Pedro Sánchez salió segundo detrás del Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo. Es cierto: los pronósticos anunciaban una derrota más abultada y, si se dan algunas carambolas propias de los sistemas parlamentarios, Sánchez podría continuar sentado en la Moncloa. Igual es una derrota en las urnas. Y, según varios analistas, el aumento de los precios incidió en buena medida en ese resultado.

Pedro Sánchez, presidente español, este lunes junto a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero Cuadrado, tras las elecciones en las que su partido, el PSOE, salió segundo. Foto: EFE
Pedro Sánchez, presidente español, este lunes junto a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero Cuadrado, tras las elecciones en las que su partido, el PSOE, salió segundo. Foto: EFE

Algo similar sucedió en Estados Unidos. Allí, el pico inflacionario fue de 9,1% en junio del año pasado. En noviembre, los republicanos vencieron en las elecciones legislativas. Ahora, aunque Joe Biden maneja una economía que avanza a buen ritmo, con crecimiento estimado del 2%, el desempleo en un piso histórico y la inflación contenida al 3% anual, hay quienes temen que la disparada de precios de 2022 impacte de todos modos en las presidenciales 2024, donde el demócrata intentará la reelección.

Sucede que los efectos del aumento en el costo de vida no son sencillos de disipar. Por ejemplo, en términos reales, los sueldos de los españoles perdieron en 2022 un 5,3% de poder adquisitivo. Y a nadie le gusta que le toquen el bolsillo, tal vez el órgano más sensible y resentido del votante.

Claro, al lado del agujero que drena los bolsillos argentinos aquello parece cambio chico. Aquí, los trabajadores en blanco registran una caída del salario real del 20,4% desde el último pico de noviembre de 2017, mientras que los informales sufrieron un hundimiento del 44%. Y, sin embargo, el oficialismo designó como postulante a presidente a quien hace un año fracasa en solucionar la crisis.

La prepotencia del peronismo resulta complicada de explicar más allá de la frontera.

Es verdad, hay otra razón bastante simple para que la aparente competitividad kirchnerista no sorprenda, además del peso del voto justicialista por tradición: la oposición tampoco puede colgarse medallas del pecho sobre el tema. El paso del macrismo por la Rosada dejó pobres números aún frescos en la memoria.

Tal combinación contribuye de manera decisiva al fenómeno que puede ser la característica más saliente de estas elecciones: la abstención. Una porción grande de gente piensa que ni siquiera vale la pena ir a votar porque total nada va a cambiar.

Los comicios provinciales que se realizaron hasta el momento funcionan como un gran ensayo real. Salvo en Tucumán, donde participó el 84% del electorado, en todos los distritos bajó la asistencia respecto a 2019. El faltazo pasó del 26% al 31%. La muestra más fresca la produjo la elección a intendente cordobés, este domingo, donde se impuso el peronista local Daniel Passerini y el ausentismo rozó el 40%.

Daniel Passerini, flamante intendente electo de Córdoba, se presenta a trabajar este lunes a la mañana en su consultorio de Barrio Maldonado. El ausentismo rozó el 40%. Foto: Fernando de la Orden
Daniel Passerini, flamante intendente electo de Córdoba, se presenta a trabajar este lunes a la mañana en su consultorio de Barrio Maldonado. El ausentismo rozó el 40%. Foto: Fernando de la Orden

Y a eso podría agregarse el voto en blanco, que agregaría unos seis puntos porcentuales: así, un 37% del electorado no elige a ninguno de los candidatos. El desencanto al palo. Hay más: parte del surgimiento de Javier Milei refleja sin dudas un voto bronca, un repudio a los otros aspirantes. En síntesis, una pila de votos que, sumados, ganarían en primera vuelta sin despeinarse.

¿A quién beneficia el fenómeno? Si pudiera responder con honestidad, la dirigencia política debería reconocer que a nadie.

Aquel entre los 27 competidores de las PASO a presidente que termine en la Rosada el 10 de diciembre debería tener siempre presente ese porcentaje. Que consiga o no bajarlo hablará de su éxito o fracaso. Lo mismo que con el 115% que da comienzo a esta columna.

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