El federalismo imposible
La Resolución 267/2024 de la Secretaría de Industria y Comercio prohíbe que las facturas de servicios esenciales incluyan cargos ajenos a la naturaleza del servicio contratado. A través de un tuit, el ministro de Economía mencionó que la Resolución tiene por objetivo evitar que los municipios añadan cargos que nada tienen que ver con la prestación del servicio público en las boletas de sus respectivos distritos.
Esto surge a partir de la aparición repentina, en las boletas de luz, gas y agua en varios municipios, sobre todo, pero no exclusivamente, del conurbano bonaerense, de nuevas tasas que engrosan el monto final de las facturas que reciben los usuarios.
Hay dos formas de ver el asunto: la fiscal y la política. Desde el ángulo meramente fiscal del asunto, el feroz recorte de las transferencias de la Nación a las provincias forzó a muchas de éstas a recortar, por transición, sus remesas a las municipalidades. ¿Cómo salvan éstas la ropa? Algo habrán tenido que ajustar sus gastos, pero, sobre todo, lo que hicieron fue buscar nuevas formas de recaudación. Entre ellas, el mencionado aumento en las tasas municipales. En otras palabras, trasladaron el costo del ajuste a los ciudadanos. Aunque “no hay plata”, la política siempre encuentra la forma de hacer que la poca que haya fluya hacia ella.
Además, desde el ángulo político del asunto, aumentar las tasas municipales es una manera de impedir que los precios bajen. Es bien conocido que bajar la inflación es una obsesión para el Gobierno, que percibe con bastante razón que en el éxito que tenga en esa misión se juega bastante del éxito que pueda tener en la política. Inflación y popularidad parecen íntimamente ligadas. Por ello, sabotear los esfuerzos del Gobierno Nacional para bajar la inflación es una forma de mejorar las probabilidades de éxito propias.
La buena semana en los mercados financieros acabó no siendo tan buena para el Gobierno, que tuvo que convivir con pequeñas derrotas en los dos frentes que más lo atormentan: el Índice de Precios al Consumidor Nacional subió respecto del mes anterior, y el Banco Central tuvo que volver a vender reservas. Y si bien los datos de industria y construcción de julio fueron muy buenos, los datos de venta de cemento y patentamientos de autos en agosto enfriaron el entusiasmo. La oposición debe haber celebrado estas pequeñas victorias.
La oposición, que está desorientada y bastante acéfala, no puede ignorar que las fórmulas que le dieron éxito en el pasado hoy están bastante agotadas. Pero esta desorientación respecto de la elección de nuevos líderes y formas no significa que esté desorientada respecto de cómo hacer para complicar a quien está en la vereda contraria. Quizás no pueda crecer, pero sí puede ocuparse de que el otro se achique.
En un mundo ideal, que no es otro que el mundo de la Constitución Nacional y de las constituciones provinciales, la idea de federalismo permitiría a cada jurisdicción fijar las condiciones tributarias que considere convenientes, y a las personas y empresas decidir qué jurisdicción les resulta más conveniente para establecerse. Así funciona en los países desarrollados, en especial en aquellos en que el federalismo de los papeles se condice en la realidad con una distribución geográfica pareja de recursos, población y empresas. En Argentina, este funcionamiento parece una entelequia, pues el federalismo de los papeles está viciado por una distribución de la población concentrada en unos pocos centros urbanos y desproporcionadamente alta en el Gran Buenos Aires.
Es difícil escapar de la voracidad fiscal de los municipios, y más aún lo es fomentar la competencia entre ellos, cuyos dirigentes parecen moverse de manera corporativa, en respuesta a sus propias necesidades políticas y las de sus bandos, que no pocas veces son distintas de las necesidades de la ciudadanía.
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