El voto que falta: causas y consecuencias de la baja participación
La pregunta de octubre: ¿volverá el pueblo a las urnas o el ausentismo se consolidará?
En octubre el electorado argentino votará en elecciones nacionales. A partir de la cercanía con los comicios, la pregunta por la baja participación va encontrando a las organizaciones y representantes políticos convocando a emitir su voto. En la Ciudad de Buenos Aires, las elecciones legislativas del pasado 18 de mayo dejaron una postal inquietante: En la Comuna 1 —donde se encuentra el barrio popular de la Villa 31— la participación apenas superó el 37 %; en la Comuna 8 —que abarca otros barrios obreros del sur como Villa Lugano y Soldati— fue del 40,1 %. En barrios más adinerados del norte, como Palermo, en cambio, los niveles de votación superaron el 68 %.". La participación política parece ensanchar sus distancias al ritmo de la desigualdad.
El fenómeno no es exclusivo de la capital. La baja participación fue una tendencia preocupante incluso en las provincias que desdoblaron sus comicios, una estrategia que busca separar la elección local de la nacional para enfocar el debate en temas provinciales. Sin embargo, los casos de Jujuy y Santa Fe demuestran que esta táctica no evitó el ausentismo. Al comparar elecciones de la misma categoría, en Jujuy la participación en las legislativas cayó del 70,5% en 2021 a solo un 64% en 2025. El fenómeno fue aún más agudo en Santa Fe, donde la concurrencia se desplomó desde un 69,4% en las legislativas de 2021 a un 55,4% este año, marcando una de las caídas más fuertes del país. La comparación con los resultados de 2021 hace que la caída sea aún más alarmante, ya que aquellas elecciones legislativas tuvieron lugar en plena pandemia de covid-19, bajo estrictos protocolos sanitarios que podrían haber desalentado la concurrencia.
Artemio López y Mariano Fraschini, llaman voto calificado estructural, al proceso por el cual se está configurando una democracia sesgada donde el sistema, de hecho, expulsa a los sectores más pobres del electorado. Este fenómeno provoca que el voto de los estratos socioeconómicos más altos gane un peso político desproporcionado, lo que facilita el surgimiento de candidatos de ultraderecha. Estos ‘ganadores’ surgen de una base electoral reducida, representando a una minoría del padrón nacional.
en Jujuy la participación en las legislativas cayó del 70,5% en 2021 a solo un 64% en 2025. El fenómeno fue aún más agudo en Santa Fe, donde la concurrencia se desplomó desde un 69,4% en las legislativas de 2021 a un 55,4% este año
Como resultado, se genera un grave déficit democrático en el que la oposición ve su representatividad bloqueada por un doble mecanismo: la proscripción política o judicial que inhabilita a sus figuras más importantes y el propio sistema socio-económico que, al marginar a los votantes de menores recursos, debilita la base electoral de los partidos opositores. En un contexto de reformas regresivas, ajuste y represión, si quienes más necesitan un Estado presente no votan, quienes sí lo hacen elegirán gobiernos que no representen esas demandas. El mayor riesgo ahora es que el ausentismo deje de ser un problema y se convierta en la nueva normalidad.
La baja participación no es un misterio
Las causas materiales son visibles. Desencanto con la idea de que la política puede transformar la vida social. “Gane quien gane, yo tengo que trabajar igual”. Desconocimiento sobre qué se vota, sin incentivo claro a concurrir, sin sanciones por no hacerlo. Desinformación en las redes, pocos espacios dedicados a la promoción de los derechos políticos y ciudadanos a nivel federal. El desdoblamiento de elecciones, sumado a los cambios en el sistema de votación —como la eliminación de las boletas de papel en algunos distritos-. La erosión institucional producto del lawfare, la judicialización de la política y la impunidad de los poderes reales. La polarización, el individualismo, las redes sociales, las noticias falsas. Una lista de motivos similares se extiende para intentar ponerle palabras a un momento inédito, no ya de desencanto con las opciones electorales que podría tener como indicador al voto en blanco, directamente la ausencia. No ir a votar.
El historiador Steven Forti plantea que nuestras sociedades se han desintegrado, un proceso acelerado por la tecnología. Esta fragmentación ha causado que los partidos políticos y los sindicatos pierdan su capacidad de conectar con la gente y adaptarse a la nueva realidad. Como consecuencia, ha surgido una profunda desconfianza y una crisis de representación política, lo que vuelve comprensible que parte del electorado opte por partidos antisistema que prometen "reventarlo todo" o que, al menos, critican a las democracias actuales por considerarlas lentas, ineficaces y ajenas a la voluntad popular.
Un gobierno que erosiona el sentido del voto
Tan importante como analizar las causas del ausentismo es comprender el momento político en el que ocurre. Por primera vez, la Argentina atraviesa una experiencia de gobierno que apunta a deslegitimar toda forma de construcción política que no esté absolutamente alineada con su plan.
La última cadena nacional de Javier Milei, en la que anunció el veto a la ley de Emergencia en Discapacidad y al aumento de las jubilaciones, y anticipó proyectos para blindar el gasto público y penalizar cualquier iniciativa que “genere déficit fiscal”, dejó un mensaje que no pasó desapercibido: “Al Congreso le digo: si ustedes quieren volver atrás me van a tener que sacar con los pies para adelante”. Ese discurso construye a los representantes políticos como enemigos de la supuesta “mejoría económica” que nunca llega, erosionando la credibilidad tanto de las viejas como de las nuevas propuestas.
El historiador Steven Forti plantea que nuestras sociedades se han desintegrado, un proceso acelerado por la tecnología. Esta fragmentación ha causado que los partidos políticos y los sindicatos pierdan su capacidad de conectar con la gente y adaptarse a la nueva realidad.
Esta narrativa no surge en el vacío: se apoya en un trabajo previo del ecosistema mediático, el poder judicial y los sectores económicos concentrados, que hace años buscan instalar con variadas estrategias que la participación política, la organización comunitaria y las acciones colectivas son corruptas o inútiles. Así se naturaliza la represión de la protesta y la indiferencia estatal hacia quienes más sufren los efectos del ajuste.
Iván Gajardo, analizando la bajada de la participación, plantea sobre la construcción de democracias de baja intensidad que una de las novedades en el proceso electoral argentino es que las noticias falsas (o fake news), los videos manipulados y la suplantación de identidad en redes sociales se han convertido en una herramienta política normalizada. Gajardo destaca que esta estrategia, que incluye acciones disruptivas como la creación de videos con inteligencia artificial para engañar a los votantes, es respaldada por figuras de alto poder como el presidente Milei, quien defiende estas prácticas bajo el amparo de la "libertad de expresión".
El peligro de la nueva normalidad democrática
En 1983, votar fue mucho más que cumplir con una obligación: era la reapertura de la democracia después de la dictadura, y la ciudadanía respondió con una participación masiva del 85,6% en la elección presidencial, un entusiasmo que se mantuvo alto incluso en las legislativas de 1985 con un 83,8%. En 2003, en plena crisis de representación, el voto fue el canal para reconstruir un país devastado, movilizando a un 78,2% del padrón en las presidenciales. Para 2011, fue la reafirmación de un ciclo político que había mejorado la vida de amplias mayorías, lo que se reflejó en una contundente participación del 79,4% en la elección presidencial y un sólido 77,6% en las legislativas de 2013. Hoy, en un marcado contraste con aquellos picos de compromiso cívico, para muchos no ir a votar es una decisión que se toma entre la apatía y la exclusión, un sentimiento que se traduce en cifras de participación que apenas superan el 55% en distritos clave.
Si el ausentismo se consolida, el voto dejará de ser un espacio de encuentro y se convertirá en un mero trámite para pocos. La pregunta es si en octubre, con una elección nacional, la participación logrará repuntar o si estaremos asistiendo a un cambio estructural.
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